miércoles, 12 de septiembre de 2012

El Peregrino, de Jesús Torbado

El Peregrino, escrito por el español Jesús Torbado nos narra la historia de un peregrino francés de nombre Martín, cuya historia comienza cuando es elegido (o condenado quizá) a realizar una peregrinación desde su pueblo natal en Chatillón Francia, hasta la tumba del apostol Santiago el Mayor, predicador, evangelizador y santo patrón del Reino Español.

Una novela que involucra de forma tangencial a personajes históricos como los reyes Alfonso y Sancho, el propio Rodrígo Díaz de Vivar, ambientada en el siglo XI en plena edad media, en la época donde las Españas luchaban a veces juntas y a veces entre ellas, contra los reinos moros de pobladores venidos desde el medio oriente,así como también personajes de ficción entrañables, valientes y astutos, donde el protagonista es Martín de Châtillon, peregrino y hasta santo francés.

Resumen y comentarios de la trama (con spoilers)

Martín de Châtillon nació en un año de gran peste, los leprosos abundaban en el reino de Francia y las hambrunas y sequías eran parte de la vida cotidiana. Martín, siendo hijo no deseado de un religioso y de una mujer pobre, nació "condenado", siendo obligado desde niño a trabajar en una granja de cerdos, propiedad del monasterio de su pueblo. Cuando las sequías y el hambre impactaron de lleno en la pequeña comunidad de Chatillón, los monjes de Marmoutier pensaron que la solución sería hacer una peregrinación hasta la tumba del apostol Santiago el Mayor, ubicada en la ciudad de Compostela en el reino español, para suplicarle piedad y clemencia.
 Al ser de una posición social poco ventajosa, y también ansioso de aventuras, Martín es el elegido para suplicar al apostol por su aldea y con eso inicia un larguísimo viaje con provisiones apenas suficientes para llegar a la siguiente parada, amparado únicamente con una carta de los monjes que lo acreditan como peregrino y suplican para él caridad y ayuda de quien lo pudiera hospedar, aunque dicha carta no es garantía de nada en realidad.

Viajando por el apenas en desarrollo camino Franco, Martín se topará con toda clase de desventuras y problemas. La caridad está muy lejos de ser constante, apenas la recibe en algunos lugares mientras en otros no consigue sino hostilidad de los locales. Así es como se va uniendo a unos cuantos viajeros que se encuentra en el camino, hasta que topa su andar con el que se convertirá en su mejor amigo, un siervo moro llamado Iscam de Gormáz. El problema para ambos es el mismo, la falta de recursos para viajar, sin embargo ambos notan que en todas las iglesias españolas, a los mandos eclesiásticos y feligreses les atrae mucho venerar reliquias santas que "pertenecieron" a alguno de los apóstoles que acompañaron a Jesucristo. La necesidad los orilla a iniciar una nueva empresa tan lucrativa como infiel: falsificar reliquias sagradas: pedazos de basura que venden como si se tratara de objetos que pertenecieron a santos apóstoles gracias a falsas cartas y testamentos de obispos, reyes y del mismo Papa de Roma. Con astucia, buena actuación y algunas dificultades, consiguen llegar a Compostela, desde donde toman caminos separados, vidas muy distintas, sin saber si el tiempo los volverá a reunir...

En esta novela, el autor expone la facilidad con la que los dogmas religiosos pueden ser modificados a voluntad de unos cuantos personajes, que los construyen o modifican a su voluntad y beneficio.
El propio Martín sin quererlo ni buscarlo específicamente, se convierte en "productor" de objetos de culto que las iglesias españolas parecen estar ansiosas por venerar. Mientras tanto no deja de cuestionarse, ¿está mal que lo haga?, según los cánones, es un grave pecado mentir y difamar, más aún cuando se trata de personajes santos. Sin embargo, es un hecho también que aquello que un monasterio o pequeña iglesia que invirtió en alguna de sus reliquias creció de manera sostenida, recibiendo limosnas, aumentando su capacidad para ofrecer caridad a los peregrinos y atrayendo nuevos residentes a parajes que antes lucían vacíos y desanimados, ¿es tan malo que Martín e Iscam provoquen ese movimiento de riquezas a través de tesoros falsos?

El cuestionamiento sobre la Fe que el autor propone se basa en otro enfoque distinto al típico de creer o no que Dios como tal exista, cosa que nadie puede comprobar ni refutar. Mas bien propone, ¿que tan malo es creer en aquello que quizá fue otra persona quien lo inventó?, una de las cosas que más sorprenden y confunden a Martín es el poder que esos huesos comunes y ordinarios, o esos trozos de basura que Iscam y él han vendido puedan conjuntar a tanta gente de forma pacífica sin ganas de matarse unos a otros, el poder de la Fe actuando, aunque Iscam le asegura que la santidad no se basa en certificados reales o falsos, sino que es la propia gente quien le asigna ese rango y que eso no hace más o menos santas a sus reliquias. Incluso, un episodio de lo mas inverosimil para Martín ocurre cuando alguien lo confunde con un santo, llamándolo San Martín de Châtillon, santo peregrino que murió en el camino a Compostela en su afán de transportar sagradas e invaluables reliquias. ¿Está mal venerar aquello que no tiene ningún significado real o, como asegura Iscam, es la gente quien le asigna valor y significado?

También acompañamos a Martín por un viaje de madurez. Al inicio de su peregrinación era un Franco pelirrojo, alegre, devoto y creyente de casi cualquier cosa. Tras los años en el camino, y conforme ha podido conocer a las personas detrás de las decisiones religiosas, a monjes que más que salvación buscan una posición social ventajosa, a mujeres que se disfrazan como santas y actúan como rameras; aunque su creencia en Dios se mantiene intacta, es la comunión para con el cristianismo como práctica lo que quizá ya no es tan necesario para Martín. Ha descubierto de la mala manera que la religión es fácil de corromper y adecuar para propósitos particulares, incluso él mismo lo ha hecho. Cuestionarse se vuelve una costumbre en el Peregrino, a tal punto que llega a considerar que él e Iscam no son de ninguna parte, y quizá no profesan ninguna religión, aunque no dejen de ser nacidos en un país, bautizados en una fe y creyentes de un Dios que tal vez es el mismo con distintas manifestaciones.

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